El poder es una verdadera enfermedad y Emmanuel Macron se ha convertido en el peor síntoma de este mal, hoy preside un país en el que su historia está determinada por las luchas populares y las conquistas sociales. El actual gobierno evidencia una grave afección autoritaria y no duda en pisotear los principales derechos adquiridos por la sociedad, no duda en golpear los fundamentos más altruistas y especialmente corroer el contrato social, base de la construcción histórica moderna y que en la revolución de 1789 le dio a Francia el nombre del país de los Derechos Humanos. Este reconocimiento nacido de esa insurrección de los de abajo, de los más humildes, de los «sans culotte»; contra la élite que acaparó riquezas y solo generó miseria y exclusión y que evidentemente no eludió la violencia como el método de defensa de sus privilegios.
Las regresiones sociales y democráticas en este país se constatan de manera acelerada desde el gobierno de Nicolas Sarkozy (hoy condenado por la justicia y con muchos otros procesos en curso); pero es bajo Emmanuel Macron que esa euforia neoliberal toma un giro aún más violento. El perfil del actual primer mandatario se puede tomar por el de un real «monarca»; si no, quién hubiese podido pensar que ese mediocre, insípido y trivial «burócrata» llegara a ser presidente y que desde allí se permitiese transgredir todos límites mantenidos por sus predecesores en la llamada «V República». Él representa una verdadera marioneta del gran capital, puesto como candidato ante la crisis de desacredito bipartidista y quien con el simple discurso de (no soy derecha, ni soy izquierda) hizo campaña y recolectó los votos necesarios para ocupar la silla más importante del palacio del Eliseo (sede del presidente); Macron no tuvo apoyo social, ni apoyo de partidos, ni siquiera tuvo propuesta de programa; pero si tuvo el apoyo de los más grandes capitales, así como de burócratas y oportunistas de la politiquería que son quienes hoy lo acompañan y sostienen, todxs ellxs decididxs a mantener el orden establecido y el modelo dominante.
Beneficios para el capital es la esencia neoliberal.
El gobierno Macron tiene como eje de su política económica la protección las grandes empresas, en la última década ha entregado ayudas por 200 mil millones de euros sin ningún compromiso ni social, ni ambiental, en contraprestación.
Macron ha suprimido el ISF (impuesto a la fortuna) lo que ha significado 4.3 mil millones de euros de pérdidas para las finanzas públicas, la reducción de impuestos a las empresas, incluidos los del plan de relanzamiento después de covid, significó 20 mil millones de euros de menos en erario público.
Esto sumado a la relocalización de empresas en paraísos fiscales, se puede señalar a Luxemburgo, Países Bajos y Bélgica que acogen la mitad de empresas filiales del CAC 40 (principal indicador bursátil de Francia), en este caso se destacan la empresa de marcas de lujo LVMH (primera fortuna de Francia), el más grande banco BNP Paribas, la petrolera TOTAL, Carrefour, la constructora de vehículos Peugeot entre otras muchas; sin que exista ninguna política de restricción por parte del estado; esto no excluye la instalación de empresas y filiales de papel en Panamá o Islas Caimán con el solo objetivo de evadir el pago de impuestos en los países donde generan sus riquezas.
Mientras las pequeñas empresas no reciben ningún apoyo directo, la quiebra de estas empresas se generaliza, no olvidemos que son las mayores generadoras de empleo y que su cierre se ha aumentado de manera exponencial en el 2022 con cerca de un 50% respecto a las quiebras de 2021. En pasadas semanas fue muy sentido el llamado de miles de panaderos de barrio, quienes no pueden sostenerse por el incremento a las tarifas de la electricidad, que se disparan en medio esta escalada alcista, provocadora de una inflación galopante excusada por la guerra en Ucrania.
Crisis por la desigualdad social.
Los resultados de las políticas neoliberales son tangibles, así como sus métodos violentos y antidemocráticos ejercidos desde el poder ejecutivo, aquí mencionaré algunos. El principal está centrado en la concentración de la riqueza, que como sabemos es el objetivo primero del modelo económico dominante; esto lo digo observando cifras suministradas por Oxfam (reconocida ONG que lucha contra la desigualdad y la pobreza en el mundo), esas cifras incluyen el periodo del covid. En la última década, los salarios han aumentado el 22% en promedio para trabajadorxs de empresas cotizadas en la bolsa de valores y la distribución de dividendos a los accionistas de esas mismas empresas ha aumentado en el 57% durante el mismo periodo. Para el año 2021, la distribución de dividendos en las 100 más grandes empresas, creció de manera astronómica hasta completar los 31 mil millones de euros, cifra superior a los cálculos de lo que costaría la transición energética en este país.
Observado el conjunto de la sociedad francesa, mientras esto sucede con las familias más ricas del país quienes poseen el 40 % de las 100 empresas más grandes; la pobreza crece de manera exponencial, es la crisis de la desigualdad social, donde las víctimas son principalmente jóvenes adultxs, personas solas, familias monoparentales e inmigrantes; las cifras oficiales del INSEE hablan de 5 millones de pobres, es decir personas que reciben menos de 940 euros por mes (ese valor corresponde a la mitad del salario promedio), otras cifras sitúan la población en estado de pobreza en el 17% lo que duplicaría la cifra de pobres, otro indicador también comprobable en medio de esta crisis es el aumento de personas sin techo, que en cifras oficiales llegan a 330 mil y cerca de 4.5 millones de personas que viven en viviendas insalubres o muy deterioradas.
Una de las formas de reducir el gasto público y mantener las exigencias presupuestales del Concejo de la Unión Europea y la banca multilateral, ha sido en inversión principalmente en el servicio de Salud; el sistema de salud pública francesa, orgullo del pueblo de este país, tiene sur origines en la solidaridad de lxs trabajadorxs, con la creación de las cooperativas de atención a las víctimas de accidentes de trabajo hacia los finales del siglo 19; después de muchas luchas lxs trabajadorxs lograron imponer que en el gobierno del Consejo Nacional de la Resistencia (primer gobierno después de la segunda guerra) se legislara sobre la cobertura universal del sistema de salud pública a cargo del estado, trabajadorxs y patronxs.
La situación alerta a la ciudadanía, El gobierno Macron ha reducido en 17 mil el número de camas en los hospitales, el cierre sistemático de hospitales, servicios de urgencias y maternidades afectan de manera grave la Francia profunda, sin dejar de lado los recortes y cierres que tocan a la población de las periferias de grandes ciudades incluida Paris. Sobra explicar que hace parte de la política neoliberal, el privatizar los servicios públicos, entonces mientras se cierran hospitales, surgen clínicas privadas dejando sin opción a la ciudadanía.
Este mismo drama social de recortes presupuestales lo vive todo el sector público, es decir, la educación, el servicio de correos, la banca de estado, el transporte, los aeropuertos, la empresa de ferrocarriles y en general, todas, todas, todas las áreas estratégicas del estado.
Represión y criminalización de la protesta ciudadana.
Al poco tiempo de ocupar la silla de presidente, explotó una gigantesca protesta ciudadana que se denominó los «chalecos amarillos» (refiriéndose a esa prenda obligada de seguridad que debe llevarse en caso de accidente); la causa fue un aumento muy importante en el precio de los combustibles, imaginemos la repercusión en un país donde la industria de fabricación de automóviles es una de las más importantes y donde obviamente el uso de estos vehículos es generalizado y muchas veces indispensable, más aún en la Francia rural donde el servicio público de transporte ha venido siendo reducido a causa de las políticas neoliberales.
Esta radical protesta social llegó a los sitios más emblemáticos de la rancia oligarquía, como lo son la avenida de los campos Elíseos con sus muy exclusivas tiendas y restaurantes y el Arco del Triunfo, entre otros. Allí se observó la rabia popular contra esas élites afanadas únicamente en la acumulación individual de la riqueza y a espaldas de un pueblo que sufre. La sola respuesta de gobierno fue la represión sin límites, denunciada y rechazada por Naciones Unidas, Amnistía Internacional y la Liga por los Derechos Humanos; el uso desproporcionado de la fuerza por parte de la policía fue la constante, así como el uso de armas consideradas de guerra o prohibidas para controlar manifestaciones ciudadanas. Las cuentas son dramáticas, más de 2 mil 500 heridxs de consideración, más de 350 heridxs gravemente en la cabeza, más de 35 perdieron un ojo, 5 perdieron una mano, miles de golpeadxs y detenidxs o condenadxs, este movimiento semi —insurreccional que se extendió por la mayoría del territorio francés e incluso contagió otros países, duró cerca de dos años y dejó muchas figuras emblemáticas para el movimiento popular, incluido Jérôme Rodríguez un carismático militante quien perdió un ojo.
La protesta social en Francia está íntimamente ligada a su construcción social, cualquier repaso a su historia está enmarcado por la determinación de su pueblo, su visión de justicia y dignidad, además de su lema de libertad, Igualdad y fraternidad son cualidades que hacen parte del ADN de la Francia popular.
En este contexto se expresa el desespero neoliberal de Macron, esta vez su ambición ha sido la de aumentar la edad de jubilación y el tiempo de cotizaciones; es decir, olímpicamente desea dejar el dinero aportado por millones trabajadorxs al servicio del capital, robándoles 2 años de vida del disfrute de un derecho y sin ningún escrúpulo presenta su «reforma ». Las organizaciones de trabajadorxs con la CGT y la CFDT a la cabeza, se unen con 12 federaciones en un poderoso e inédito frente único para enfrentar este esperpento social, cuatro meses de gigantescas manifestaciones, huelgas y protestas pusieron en crisis al gobierno, quien utiliza nuevamente la represión desenfrenada, con una policía fuera de todo control para reprimir y crear miedo entre los millones de manifestantes. Ante sus limitaciones argumentativas y sus pusilánimes laberintos leguleyos, el presidente evidenció la ausencia de una mayoría confortable en la Asamblea Nacional y ante el riesgo de un fracaso, usa por 17 veces el decreto que le permite legislar; Macron institucionaliza en su mandato la antidemocracia impidiendo no solo los debates en el parlamento, sino que también impide la votación de lxs parlamentarixs, quienes fueron elegidos para votar las leyes de la República.
La lucha ecologista tambien criminalizada.
Es una farsa el discurso institucional de la defensa del medio ambiente, de defensa del planeta y de la transición energética. Francia, como el mundo, está expectante de las consecuencias que trae el modo de producción y de consumo dominante; es así como millones de jóvenes y menos jóvenes se comprometen en la lucha por la sobrevivencia de la vida en este planeta. Se crean asociaciones, proyectos alternativos, modos locales de consumo y de producción y de vida; pero no es de hoy exclusivamente, solo que ahora son más conocidos.
Las palabras de Macron en las cumbres ambientales contrastan con sus políticas; la exploración y explotación de energías fósiles es subvencionada por el estado, incluso tiene acuerdos con el gobierno de Estados Unidos en esa materia. No han eliminado las centrales de generación de energía eléctrica a base de carbón; se subvenciona con dinero público grandes empresas contaminantes, sin ninguna contraprestación para la protección el medio ambiente. El país cuenta un parque de centrales nucleares vetusto, y el gobierno no prepara la transición con energías renovables a altura del desafío. (Fuente Green Peace).
Sobre la agroindustria, el gobierno mantiene su politica; es decir, permite aún el uso de pesticidas que matan las abejas y no elimina definitivamente el uso del pesticida glifosato y ante la crisis del agua, construye unas gigantescas piscinas, extrayendo las reservas del preciado líquido de la capa freática para llenarlas, potenciando un grave daño ambiental. Todo esto ante la protesta ciudadana y de organizaciones ecologistas, quienes reciben un tratamiento de guerra ante sus manifestaciones, tal como se vivió en los alrededores de la ciudad de Saint-Solin en abril pasado; más de 6 mil granadas de dispersión y de gases lacrimogenos, fueron utilizadas por la policía contra unos 10 mil manifestantes, dejando varios heridos graves y persiguiendo sus organizaciones, hoy hay varixs militantes en procesos judiciales y la más grande federación de organizaciones ha sido prohibida («Les soulevèments de la terre»), conformada por 180 agrupaciones de defensa del medio ambiente).
No es posible dejar de mencionar la persecución del gobierno contra la LDH (Liga por los Derechos Humanos), la primera organización de DDHH fundada en el mundo en 1898, además es la más prestigiosa y reconocida institución también fundadora de la FID (federación internacional de derechos humanos). En el pasado mes de abril, el ministro del interior anunció la suspensión de las subvenciones del estado para amenazar abiertamente su trabajo en defensa de los derechos fundamentales.
Las periferiferias de las grandes ciudades se levantaron .
El pasado 27 de junio un policía dispara a la cabeza y asesina al joven Nael Merzuk de 17 años, nacido en la ciudad de Nanterre al lado de Paris.
Los hechos quedaron grabados por una persona que los observaba y que gracias a eso han sido divulgados y conocidos en el mundo entero, este asesinato estremece la sociedad y en especial a una muy joven generación que tiene tal vez sus ancestros nacidos en otro país, pero que sus padres y abuelxs nacieron en territorio francés; no es aceptable ni necesaria ninguna explicación sobre sus origenes; como tampoco es aceptable ni justificable en una democracia la segregación, ni la exclusión, menos el racismo; pero muchísimo menos matar.
Hay que detenerse un poco en los antecedentes e ir a la presidencia de Sarkozy, antesala de la grave situación actual, este gobernante acaba con cualquier rasgo de cordura, como lo exigía la tradición de la clase gobernante durante la llamada «V Républica»; él desencadena en su discurso en la ciudad de Grenoble, allá en 2010; una ráfaga de odio y discriminación, jurándole la guerra a los inmigrantes y a sus descendientes (el mismo descendiente de inmigrantes Húngaros), culpándolos de delincuentes, violadores, traficantes, abusadores, vagos etc. Hollande el siguiente mandatario, es un solo un continuista y Macron, ese presidente salido de la nada, solo escucha sus mentores, es decir, el gran capital; Macron desconoce Francia, Macron no tiene ninguna idea del real significado de la palabra « Smic» ( salario mínimo en francés), ni del RSA (ingreso mínimo de solidaridad para adultxs sin ingresos) ni menos la palabra desempleo. Un mandatario electo con menos del 27% de votos, con una abstención del 28%, sin arraigo en ningún sector social y que actúa como un «manager» al mejor estilo anglosajón, no puede llevar a su propio país a ningún otro lado que a la explosión social. Macron gana la segunda vuelta a la presidencial, porque esa Francia republicana no podía aceptar ni de lejos la posibilidad que la extrema derecha fuese gobierno, entonces vota contra la candidata del clan familiar Le Pen. Hoy el neofascismo es un real peligro y bajo las políticas del actual gobierno se fortalece y se muestra creciendo en todos los niveles, incluido el electoral y el de la manifestación pública.
En su más reciente alocución, el actual presidente se refiere al levantamiento social y señala como responsables de la protesta juvenil a los padres y a los juegos de video, mencionando también la posibilidad de censura de las redes sociales «ya que por ellas informan sobre las protestas y lugares de reunión» y todo esto sin el menor asomo de asumir las consecuencias del modelo dominante que desgarra la sociedad; esto lo señalo para mostrar la indolencia que le lleva a negar las causas reales, como lo son la discriminación, la exclusión y la desigualdad; la privatización de lo público, la eliminación de los servicios y de la economía de proximidad; el gobernante del palacio del Eliseo está convencido que se impondrá por la fuerza; él mismo ha pedido unos días para pensar, tengan la seguridad que el modelo autoritario será la prioridad de su reflexión y el agravamiento de las condiciones de vida para la mayoría de habitantes será el resultado.
Faltan puntos por abordar, pero solo mencionaré muy fugazmente la guerra en Ucrania en la que Macron sostiene ciegamente la OTAN y está comprometido en su guerra sin ninguna autorización del parlamento como lo exige la Constitución Política, este conflicto que ya ha costado más de 6 mil millones de euros del dinero público que podría ir destinado a políticas de fondo en los barrios populares.
Si quedan opciones para la gente, la convergencia popular, de los sindicatos que valientemente han mantenido la unidad para defender sus conquistas, no han dicho su última palabra; las organizaciones ecologistas y de las de izquierda también deben materializar ese proyecto llamado NUPES (Nueva Union Popular Ecologista y Social) llenándola de pueblo y de esperanza en la movilización ciudadana, la historia está aún escribiéndose y no es la resignación del pueblo francés la que marca el punto de llegada.
Fotografía: Contenedores incendiados durante las protestas contra la reforma de las pensiones en París, Francia- JULIEN MATTIA / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO