Primera parte.
El 11 de septiembre del 2001, es recordado por los atentados a las Torres Gemelas en los Estados Unidos, sin embargo para los habitantes de las veredas la Esperanza, Barcinal, La Linda, entre otras en el municipio de Santuario, Risaralda, no será solo ese recuerdo.
Durante esa primera semana del mes de septiembre del 2001, los campesinos de esta región cafetera ubicada en el departamento de Risaralda escuchaban rumores, «Los paramilitares están por llegar». Esta zona había servido durante años como paso casi obligado para el frente 46 de las FARC y otros grupos guerrilleros que circulaban entre el eje cafetero y el Departamento del Chocó, a su paso reclutaban combatientes, por un tiempo se instalaban en estas tierras, y luego seguían su destino dejando en la población el vacío de aquellos que con voluntad propia o sin ella se habían integrado a las cuadrillas guerrilleras. Pocos días después que estos grupos dejaban las veredas, el ejercito llegaba para instalarse y muchas veces para acusar a los campesinos de colaboradores de la guerrilla sin que ellos muchas veces pudieran siquiera comprender de que les hablaban.
En julio del 2001, un frente guerrillero se instaló en la zona, pasaron los días y no se retiraban, las extorsiones a dueños de fincas se mantenían y cada vez lograban involucrar más a la población civil sin que esta pudiera darse cuenta del peligro que esto iría a ocasionarles.
En agosto del mismo año, los rumores de la presunta llegada de grupos paramilitares patrocinados por empresarios del sector cafetero corrió entre los campesinos y efectivamente el 01 de septiembre fue asesinado en el sector urbano un señor dueño de una pequeña panadería, que tenia una finca en el sector conocido como los Planes de San Rafael, se llamaba Carlos Ossa conocido como «Carlos el panadero», tenia a su hijo en brazos y atendía su panadería, cuando ese sábado en las primeras horas de la mañana un sicario le propinó varios disparos muriendo de manera inmediata. Fue muy sorpresivo para todos en el municipio, era un señor muy trabajador y dedicado a su familia, al principio se decía, que había sido la guerrilla por no pagar una extorsión, poco tiempo después correría la noticia que había sido la primera victima del paramilitarismo en la región.
Una semana después, el 8 de septiembre cercano al medio día, se escucharon dos disparos en la plaza del municipio, todas las personas corrieron hacia la calle de donde salía el transporte público para las veredas, allí, en tierra, se encontraba el cuerpo sin vida del campesino y también conductor de transporte público, Emilio Usuga, una muerte que nadie podía creer, el asesino salió caminando alejándose del sitio mientras portaba su arma en una mano y con la otra se cubría el rostro ante la mirada de todos. Tres días después, caerían las Torres Gemelas.
Don Emilio Usuga, vivía en el sector urbano pero era administrador de fincas productoras de café en la vereda La Esperanza, también era un empresario transportador del municipio y cubría la misma vereda. Nuevamente muchos pensaron que había sido la guerrilla quienes aún se encontraban en la zona. Nueve días después, el 17 de septiembre de ese mismo año, los vecinos de la vereda se disponían a viajar hasta el municipio para la misa -que por el novenario del señor Emilio Usuga se oficiaría en la iglesia del municipio- cuando de pronto llego una camioneta, en esa época, propiedad del señor Nolberto Pareja, completamente llena de paramilitares y quienes prohibieron a los habitantes movilizarse obligándolos a todos a ingresar a la cancha de la escuela de la vereda La Esperanza, donde se presentaron como el frente «Héroes y Mártires de Guática» pertenecientes al Bloque Central Bolívar de las AUC comandado por Carlos Mario Jiménez alias «Macaco». Durante esta primera incursión atemorizaron a la población y advirtieron que habían llegado para quedarse y que quienes no obedecieran las ordenes serían asesinados.
Los primeros desplazamientos comenzaron, los dueños de la gallera se fueron, habían llegado a la región desde el Urabá huyendo del conflicto armado y ahora por segunda vez debían huir, Antonio Usuga también salió junto a su familia dejando su cosecha de café sin recolectar, y así uno tras otro, mientras ellos, los paramilitares tomaban fuerza ahora en otras regiones del municipio como el sector de los Planes de San Rafael, El Campamento, Calichal y la Unión.
Las muertes continuaron, a alias «Pitufo» lo sacaron de la casa junto a su hijo los llevaron hasta el puente de Calichal y allí los picaron estando vivos con una motosierra y en pedazos los tiraron al rio Mapa.
En el mes de noviembre del mismo año, paramilitares del mismo frente se subieron al Jeep de transporte público del señor Carlos Usuga y le pidieron que los llevara hasta la vereda los Planes de San Rafael, donde lo bajaron del carro y lo llevaron hasta El Aserradero, según la versión de un paramilitar en una reunión privada con un miembro de su familia, y le asesinaron a machete, lo descuartizaron y lo enterraron en el monte sin que hasta hoy se sepan las coordenadas para poder recuperar el cuerpo.
Mucho se dice de aquellos que ayudaron para que los paramilitares llegaran a este municipio. Yo me llamo Gener Usuga y escribo esta historia para que jamás sea olvidada porque yo estuve allí, y muchas de las cosas aquí descritas las conocí de primera mano, tuve que desplazarme desde la zona rural junto a mi familia, también fui víctima, silenciosa pero víctima. Como defensor de derechos humanos a la edad de 22 años me reuní con alias «Peligro» y con alias «Marlboro», comandantes, primero y segundo del frente Héroes y Mártires de Guática, ambos asesinados, «Marlboro» asesinó a alias «Peligro» y a su escolta alias el «Alacrán» por orden del comando central, justo un día después de la reunión que sostuvimos y donde junto a otros defensores de derechos humanos intentamos realizar un acercamiento para solicitar respeto por la población civil.
El comandante «Peligro» fue asesinado a manos del segundo al mando junto al «Alacrán», su jefe de seguridad, descuartizados y enterrados cerca a una cañada no lejos de la carretera en la vereda El Campamento. El comandante «Marlboro», a quien recuerdo mucho por su parecido al «Zarco» de la vendedora de rosas, asumió el mando del frente paramilitar, y fue herido días después por un mismo paramilitar en el municipio del Águila, Valle del Cauca, trasladado hasta la vereda La Esperanza del municipio de Santuario, donde finalmente murió producto de las heridas, y fue enterrado con honores militares de esa organización en la misma vereda.
Muchos comandantes paramilitares estuvieron a cargo de esa organización paramilitar en el municipio de Santuario Risaralda, muchos asesinatos cometidos, no solo a personas del municipio, sino también a otras que traían desde otros municipios para ser ajusticiados y enterrados en fosas comunes en las veredas donde estaban instalados. Poco a poco los habitantes se fueron acostumbrando a su presencia permanente, no solo en la zona rural sino también en la zona urbana, donde el que mandaba era el comandante urbano alias » el barbado» condenado hoy a una larga pena por todos los asesinatos cometidos y quien fuera vecino de mi casa durante años, y con quien de niños compartiéramos algunos momentos.
Podría narrar muchos asesinatos cometidos por los paramilitares en esa región, porque siempre averigüé, me las ingenié para investigar y como no lo podía escribir, lo guarde en mi mente para que un día como hoy, alejado del peligro se pudiera contar, pero me voy a referir a dos homicidios que nunca podre olvidar, ordenados por el comandante de la Toyota verde a la que un día le colocaron las placas de la buseta de la alcaldía municipal, alias Topacio. Un día cualquiera, dos individuos ingresaron a la casa de un reconocido cafetero, y quien hoy por hoy es el mayor terrateniente de ese municipio y un acérrimo uribista, buscaban que robar sin saber que esa casa poseía una alarma silenciosa que generaba directamente un aviso en el comando de policía municipal y la que se activó esa noche. Uno de los dos individuos escapo mientras que el otro fue capturado por la policía.
Su captura nunca fue legalizada, no paso de estar unas cuantas horas detenido en los calabozos de la estación de policía, y a cambio de decir el nombre de la otra persona que lo acompañó el comandante de policía le dejo en libertad. Alex se llamaba, vivía en la vereda Limones, en una pequeña finca junto a sus padres, no recuerdo su edad pero era muy joven, unos 23 o 24 años, casi mi edad para la época, luego de recibir su libertad tras delatar a su amigo, se fue hacia la finca, donde lo esperaban tres paramilitares, los de la Toyota verde, y lo asesinaron frente a sus padres. Su amigo era alias «Paquirri», vivía con su abuela en el barrio pueblo nuevo, era unos dos o tres años mayor que yo, y si, era mi amigo, vivió como inquilino durante su niñez en los bajos de mi casa, a su primer trabajo lo llevé yo, tenía yo 11 años y el 12 quizás 13, lijábamos carros en el taller de don Jairo. Hasta la casa de su abuela fueron los paramilitares por él, lo subieron a la Toyota verde y lo trasladaron a la vereda La Esperanza y allí lo enjuiciaron, su asesinato es de los más terribles que he escuchado, me lo contó detalle por detalle alias «el Lucas» comandante político de esa organización en medio de una reunión para que no asesinaran a la personera municipal, pero esa es otra historia para contar.
A Paquirri, lo enterraron en un hueco vivo, hasta la cintura, llenaron el hueco de tierra, la que apretaron con un pisón -instrumento pesado y grueso, generalmente de madera, en forma de cono truncado y provisto de un mango, que sirve para apretar tierra, piedras- para que no pudiera moverse, luego de cada costado clavaron dos maderos de donde amarraron sus manos y su cabeza para que no pudiera moverse, luego entre estos maderos atravesaron otro madero del que colgaron unas llantas de carro, justo encima de su cabeza y les prendieron fuego, causando quemaduras lentamente en la humanidad de la víctima hasta causar su muerte; mientras tanto en la tribuna del evento se encontraban un grupo de 5 paramilitares, quienes daban parte a alias «topacio» y este a su vez al cafetero dueño de la propiedad donde habían ingresado a robar pero de donde finalmente no lograron extraer absolutamente nada.
Carlos Mario Jiménez, alias «Macaco», dentro de sus versiones dio a conocer la ubicación de la fosa común donde enterraron a Paquirri, su cuerpo fue recuperado y entregado a su abuela algunos años después.
El ingreso de los paramilitares al municipio de Santuario, Risaralda, estuvo avalado por cafeteros del municipio, nombres que un día podre publicar, al igual que por los comandantes del batallón San Mateo de Pereira, quienes suministraron las primeras listas de personas que había que asesinar porque, según ellos, eran colaboradores de la guerrilla, también por políticos de gran influencia en el departamento de Risaralda y que aún hoy siguen vigentes políticamente y cuyos nombres, sin duda, en muy poco tiempo haré públicos, y personalidades políticas del Municipio de Santuario, Risaralda, que mantenían el poder en ese municipio para el año 2001.
Dedicado a las y los cientos de víctimas del BCB de alias «Macaco» en el municipio de Santuario, Risaralda, donde hasta hoy, no ha habido verdad, ni reparación, paz en sus tumbas y fosas y fuerza a las familias que hasta hoy siguen buscándolos.
Continuará…
Gener Usuga
Activista político y líder social