Fotografía: Jesús Abad Colorado © | Informe ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, capítulo 5
“El Pacto histórico es el pacto Nacional fundamental de la convivencia y de la Paz” (Gustavo Petro)
Siendo yo un adolescente, por allá en el año 75, mi papá me regaló el libro “Viento seco” (1952) del médico Daniel Caicedo, él, narra la violencia que se vivió en el centro del Valle del Cauca y cómo descendían desmembrados cadáveres de niños, mujeres y hombres de origen campesino por el río Cauca, se dice que, entre los Chulavitas y los pájaros, grupos paramilitares con el apoyo de la policía, entre los años 40 y 50’s alineados en la época al partido conservador, asesinaron a cerca de 400 mil campesinos solamente por ser liberales Gaitanistas, lo que dio inicio a la lucha armada, como un acto de legítima defensa, incluido de forma explícita desde la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789 de la revolución Francesa, y no tiene nada que ver ni confundirse con autodefensas.
Desde que comenzó esa lucha armada en Colombia hasta nuestros días, se han hecho con estos grupos alzados en armas y reconocidos como actores políticos en Colombia, 7 procesos de paz, 7 pactos, el último con las farc en el 2016.
El primer pacto, se remonta al año 1953, después del asesinato de Jorge Eliecer Gaitan (1949). En los llanos Orientales las guerrillas liberales lideradas por Guadalupe Salcedo y Dumar Aljure, entregaron las armas y pactaron a que el gobierno se comprometiera a: 1) dar garantías a toda la población combatiente; 2) indemnizar a las víctimas del conflicto; 3) dar trabajo a los guerrilleros amnistiados; 4) liberación de los presos políticos; 5) reconstrucción de pueblos; 6) construcción de escuelas y colegios; 7) creación de cooperativas agrícolas con crédito y maquinaria”. Guadalupe Salcedo fue asesinado por agentes de la Policía en las calles de Bogotá el 6 de junio de 1957, 4 años después de haber firmado la paz.
En los 80, las Farc iniciaron diálogos con el gobierno de Belisario Betancourt, pactaron la participación democrática y crearon el partido político de la UP para abrir espacios de participación política para un futuro acuerdo definitivo, sus militantes, no milicianos, civiles, fueron asesinados, calculan más de 6000 las muertes de este genocidio, sobrevivieron muy pocos.
El 9 de marzo de 1990, el M-19 firmó la paz con en el gobierno de Virgilio Barco, Carlos Pizarro su líder, hablaba de “un salto al vacío”, después de pactar la desmovilización, 48 días después, el 26 de abril como candidato a la presidencia de la república, ese salto, le costó la vida, lo asesinaron dentro de un avión,
A los acuerdos con el M-19 le siguieron los pactos con el EPL, el Quintín Lame, y el PRT, la CRS en el gobierno liberal de Cesar Gaviria, si bien, todos los acuerdos obedecen al mismo modelo y son a la larga un proceso, cada grupo fue aprendiendo de los anteriores y perfeccionando sus componentes de acuerdo con el momento y sus propios énfasis, pero en general todos ellos, con un más o un menos, giraron en torno a los mismos temas para dejar sus armas, lo recalco, porque los otros 6 procesos firmados entre el gobierno de turno y la insurgencia, siempre coincidieron y coinciden con la participación en la vida política para decidir sobre el futuro del país, la tierra, la producción y el trabajo, la educación, verdad, el ofrecer perdón, la reparación, reconciliación y, la no repetición.
267.197 muertos dejan el conflicto armado en Colombia, entre 1958 y Julio del 2018 (https://conexioncapital.co/conflicto-en-colombia-dejo-262-197-muertos/)
25.000 desaparecidos, el 82% corresponde a civiles. (Informe “¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad”), a esos, sumele los 400 mil que contamos, más los que llevamos del 2018 al 2021, otros miles más, que solo engrosan las cifras y las estadísticas.
Llevamos 70 años repitiendo la historia, y lo repito, por que todos después de firmar y desarmarse, si verificaramos rigurosamente los hechos cumplidos después de lo pactado, todos ellos, tienen las mismas coincidencias en sus descenlaces después de pactar, que las podríamos enmarcar en dos sucesos importantes, el primero sería el incumplimiento por parte de uno de los firmantes, que sin dudarlo diría que es el gobierno y sus representantes, y el segundo hecho y de la otra parte, el asesinato de sus líderes y desmovilizados, su persecución, estigmatización, deslegitimando, echando al olvido lo pactado, hoy por ejemplo con las farc, último acuerdo firmado, llevabamos 255 desmobilizados asesinados, y el rearme y retorno a la lucha armada de unas disidencias.
Año tras año, 70 años en el mismo ciclo y mientras tanto la degradación económica y social del país, a la que se le sumó el fenómeno de la traquetizacion con sus violencias a partir de los 70, hasta llevarnos a ponernos presidentes desde 1994, caso 8000, hasta el de hoy con la Ñeñe Política, y toda la sociedad inmersa en esas violencias que la barbarie se convirtió en cotidianidad, paisaje y folclore, a tal punto que un amplio sector social, terminó aplaudiendo y lanzando vivas, a esta deshonrosa e impúdica Colombia, desechando la paz en un plebiscito, diciéndole NO, a una consulta anticorrupción y satanizando cualquier intento social de protesta y de reivindicaciones sociales.
Hoy la desigualdad nos pone en el tercer lugar en el mundo, el 60% de la población vive de la economía informal, la pobreza cubre al 45%, y la miseria cerca del 15%, en el saber estamos en el 6to. más ignorante, con una población migrante que sobrepasa los 10 millones de colombianos y colombianas y datos de ACNUR indican que hay siete millones de campesinos desplazados internos, cerca de 9 millones de víctimas, 6 millones de hectáreas de tierra fueron despojadas a los campesinos, que fueron a engrosar como botín los activos de los amos de la guerra.
Estos pactos, han incluido y competen con reformas para toda la sociedad, jamás han sido concebidos para el beneficio de esas minorías enfrentadas, ellos han intentado dibujar la realidad y planificar un futuro, donde quepamos y participemos todos, que genere el desarrollo del país, acorte esas abismales diferencias entre los unos y los otros, y genere oportunidades en iguales condiciones para todos y todas, es desde los más vulnerables, que somos la mayoría y para el conjunto de la sociedad que se han concebido, y es para terminar el conflicto, que justificó en su momento, coger las armas, como único camino posible a cerrar las brechas entre esos extremos, para que beneficiaran al total de todas y todos los que hacemos parte de esta nación.
Ese podría ser el resumen del conflicto armado colombiano, dos extremos, minoritarios, enfrentados por décadas, uno desde el poder, que en su perfidia y su desmedida y cargada codicia, ha hecho de la guerra su bastión para no perder y ampliar su poder y hegemonía, ante el otro extremo, los rebeldes, que por las condiciones, el momento histórico, y el ataque frontal contra toda una nación, se armaron para enfrentar con las armas a ese enemigo, como única salida posible para defender la vida, sus bienes y sus derechos.
EL RESTO, esa gran mayoría que es casi toda la nación, ese centro, representa el extremo real de la desigualdad, con sus miserias, abandono, desidia, sometido a la opresión, donde se pierde la fe y la esperanza, que se dividen entre los pocos que participan cada cuatro años para decidir el futuro del país y, los escépticos que no creen en ninguna salida.
Un sobreviviente de esas gestas, que hace 31 años se desmovilizó, que ha sido un demócrata, que su historia marca un antes y un después en esta Colombia de fratricida confrontación, con una hoja de vida impecable, nos viene proponiendo un diálogo nacional desde el 2010, hoy quiere hacer ese pacto histórico, con y desde la sociedad, que nos reconcilie, fundamentando su propuesta, reconociendo la verdad y los problemas sociales que nos metió en este conflicto, marcando en una hoja de ruta acorde a estos tiempos, las políticas por la vida que implican cuidar del medio ambiente, la paz con justicia social, verdad, reparación, el ofrecimiento del perdón, reconciliación y la promesa de no repetir, cambiar nuestro modelo económico extractivista por la agroindustrialización, democratizar la tierra, el acceso a la educación gratuita y de calidad y el fortalecimiento de la ciencia y la tecnología, como los pilares de la transformación y entrada al futuro.
8 millones de ciudadanos y ciudadanas votaron en el 2018 por estas propuestas. Hoy, Gustavo Petro Urrego nos invita a hacer ese pacto, para que sea un hecho real a partir del 2022.
Como individuo, ciudadano, padre, ayer hijo, como actor político, como líder cívico, compañero de viaje y vida, diré que, este pacto es la mejor propuesta de país para entender que otra Colombia es posible, este pacto viene de la civilidad, desde sus entrañas, recoge todas esas sensibilidades de desesperanza que carga toda nuestra historia de tragedia y dolor, es incluyente, cabemos todos y todas y es la puerta donde toda la sociedad tendrá representatividad y podremos dar ese paso que permita también que todo esté oscuro presente, sea el camino a la luz del mañana.
Este pacto hará de ser posible, desprendernos del egoísmo con el que hemos convivido, catapultando la codicia de pocos, para hacer más igualitaria y participativa nuestra cotidianidad, sera también el cambio generacional, que desde otra visión del mundo permitirá que estos hijos e hijas hoy de la guerra, mañana sean los padres y las madres de la paz.
Leer: Un Pacto Histórico de Gustavo Petro
Edilberto Muñoz
Activista social y asilado politico