La reivindicación del campo, es la reivindicación de la civilización.

Si nos remontamos al neolítico, y recordamos que solo fue hasta que nuestros ancestros luego de la caza, la pesca y la recolección, que nos hacia ser pequeños grupos humanos nómadas, pasamos a través de la agricultura a ser pueblos sedentarios, que empezaron a desarrollar la geografía política y los inicios de la economía con los intercambios de cosechas con otras tribus.

Así que la lucha campesina no es solo el hecho de permitir al campesino sembrar, es la lucha por el reconocimiento a que son los precursores del desarrollo de las civilizaciones, de las tecnologías y de todo lo que hoy nos hace ser la sociedad que conocemos.

Desde el siglo XVIII en Europa se reconocía la necesidad de parcelar la tierra a familias, pequeños y medianos productores para optimizar y diversificar los cultivos. Y ese a sido el fundamental problema que hemos tenido en Colombia, desde la misma conquista, la tenencia de tierras de los países del norte sobre nuestra soberanía; y es el mismo pensamiento del colonizador sobre el pueblo trabajador que no ha cambiado, se ha modernizado. Nuestras guerras y conflictos, bipartidistas, étnicos, elitistas, he incluso, el estallido social del año 2021 ese conflicto que paso de la ruralidad hacia los centros poblados fue por HAMBRE. Y es que no hay re-volución en las ciudades, si no hay re-evolucion en el campo.

El modelo económico que a través del “conflicto armado” que desterró y desplazó a grandes grupos humanos no fue si no la manera de crear mano de obra barata para las empresas de los dueños de la maquinaria y el capital. Y ya con el auge de las drogas, donde nuestra economía se cimento desde la apertura económica del neoliberalismo del entonces presidente Cesar Gaviria Trujillo, la generación de mano de obra con jóvenes que otrora fueron dignos campesinos, que no encontraron futuro en el campo pasaron a convertirse en prestantes narcotraficantes con muy corta expectativa de vida.

Y es por eso que la mayor parte de los jóvenes no ven en el campo un sector para la obtención de ingresos y un proyecto de vida. Lo ven con temor, por las historias de sus madres, padres y abuelos; y al igual que los conquistadores nos hicieron olvidar nuestras raíces con barbarie e imponiéndonos la cruz; en nuestra modernidad los citadinos olvidamos el legado del campo de nuestros abuelos que nos hizo grandes, y nos imponen ser profesionales para acceder a las ofertas laborales de las economías depredadoras.

Y es por eso que hoy no solo es capacitar al joven del campo para que no solamente sea trabajador, profesional o empresario, también llevar al joven de la ciudad a que vea en el campo futuro, que se vincule con él, se una, nos unamos. Porque solo siendo uno, reconociéndonos unos a otros defenderemos eso que nos han querido arrebatar: el legado, la memoria y las raíces.

Uniendo la tradición, con la tecnología, sin perder la una y la otra. Implementando modelos tecnológicos para el turismo, la cultura y la agricultura lograremos regresar a los campos, no solo en cuerpo, también en mente y corazón… por que lo que habita en el corazón no lo arranca nada, ni nadie. Es nuestra verdadera patria.