La palabra es una de las manifestaciones de lo simbólico, por lo tanto, para un filósofo en formación como es mi caso, es una dimensión para tener muy en cuenta. Sobre todo, si tomamos en consideración los tres pilares en que podríamos asentarnos, es decir, el poder como voluntad y trabajos sobre sí mismo, la belleza como horizonte de toda acción y la sabiduría en la que pueden hacerla fructificar y generar consecuencias deseadas deliberadamente como intencionalidad o inconscientes (en lo más profundo del concepto psicoanalítico). Pero como en todo lo simbólico, nada es ni literal ni transparente en simpleza banal, porque es puerta de acceso a lo dual y paradójico, como posibilidad de aproximarse a conocer algo no dado en primera instancia a la experiencia directa. Me parece que, además, no será efectiva la palabra en lo que abre como experiencia simbólica si no está encarnado, sentido e interiorizado a la luz de los tres pilares en que, en mi camino personal al menos, debe sostenerse, el poder personal como ampliación del campo de la experiencia personal, la manifestación de lo bello como emanación del sí mismo y la sabiduría que los une y los proyecta hacia lo viviente. .
Me pregunto entonces, si no hay en el lenguaje una dimensión de falso espejo en donde nos confundimos al mirar a través de él. Ya que a lo que nos abre el lenguaje y lo que aparece como real en su apertura simbólica no es univoco, ni la “verdad” universal en sí misma, sino más bien una posibilidad polifacética y pluriversal. Aún estoy tratando de comprender mis pocas verdades personales. Puedo describir algunas experiencias existenciales más o menos precisas, pero no explicarlas en la percepción directa ni interpretarlas en su sentido de modo definitivo. El lenguaje y la lengua en particular nos dan los mapas con los cuales configuramos el territorio, siempre incompleto, de nuestras experiencias en nuestras formas de pensamiento (emociones / sentimientos / afectos / ideas e intuiciones).
El lenguaje me enreda y las palabras me relacionan con algo que quiero decir, porque siento y hago consciente algo. Pero la palabra no me alcanza, da al lado, no es lo que quiero decir exactamente. La lengua que uso me limita a la hora de comunicar, para ser tan auténtico como sincero. Una posibilidad sería cambiar de lengua y de código en la que encierro mi pensamiento, para que me permita mejorar y encasillar los afectos a mis percepciones en signos y símbolos para comunicarlos mejor. Pero se me hace que no es suficiente. Estando en México hace unos años con un amigo, le pedí a una persona que venía de conocer que me tradujera frases simples a su lengua, el tojolabal, que se habla al sur de este bello y loco país. Cuatro ejemplos recuerdo como anécdotas:
- La frase “Te veo”, que en las lenguas latinas implica un sujeto activo y un lugar privilegiado de la acción, donde el yo/ego es activo, el otro/alter es pasivo. ¿Como lo traducimos al tojolabal?: “tú haces la experiencia de mi ver”. ¿Quién es el sujeto activo y quién es el pasivo de esta frase en tojolabal?
- ¿Como traducimos al tojolabal “yo te dije? La traducción aproximada seria “yo dije, tú escuchaste”. En la estructura en lenguas latinas la acción del sujeto yo pasoal objeto te. El actor, por supuesto, es el yo. La estructura correspondiente en tojolabal es diferente, ya que hay dos sujetos, con sus verbos correspondientes y sin objeto (acusativo). En tojolabal, en lugar de objetos hay diferentes clases de sujetos, porque ambos son actores que se necesitan mutuamente para que la acción de comunicación se realice de forma recíproca. Todo es intersubjetivo, no existen objetos. En su lugar se da la complementariedad de varios sujetos actores, los dos sujetos son activos y pasivos a la vez porque el que habla escucha al que oye, y el que oye habla al que habla.
- ¿Como traducimos del español “uno de nosotros cometió un delito” al tojolabal? La traducción demanda estar atentos: “uno de nosotros cometimos un delito”. El tojolabal enfatiza el Nosotros porque para esta cultura los delitos no son individuales, sino que involucran y corresponsabilizan a toda la comunidad o sociedad
- ¿Cómo entendemos filosóficamente la consigna de los tojolabales cuya perspectiva política dice “mandar obedeciendo”, en nuestra cultura en donde el que manda no obedece?
Esta situación la encuentro análoga como profesor y padre. Si bien hay diferencias, evidentemente, por el contexto, mi ignorancia y perplejidad siguen en aumento. Como yo soy mellizo, no tengo problemas en decir “yo soy nosotros”. Pero en un mundo individualista esto me suele generar sugerencias de visitar algún psicólogo o psiquiatra. Es común escuchar que defendemos a la naturaleza, pero nos hace ruido si alguien dice que “somos la naturaleza que se defiende”. Sin embargo, hay muchas culturas de los pueblos originarios de todo nuestro continente “americano” o Abya Yala (Tierra Generosa), que en su lenguaje prima las consideraciones del colectivo, de la comunidad y de los vivientes. Olvidos que son lapidarios desde los imaginarios consumistas, depredadores e individualistas del modelo de la mundialización neoliberal hegemónico.
Podemos y debemos aprender la sabiduría de las comunidades originarias de todo nuestro continente, es ahí donde reside nuestra riqueza, nosotros mismos en nuestra diversidad somos el verdadero capital. Por esto, “Somos la tierra que se defiende”, implica una posibilidad de cambio personal profundo a poner definitivamente en marcha e influenciar todo nuestro entorno. Es ahora o nunca. “Ya no hay tiempo de lamentos, ya no hay más”, como cantaba Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota…