El estallido social fue el comienzo del fin

La revolución francesa comenzó cuando el precio del pan que escaseaba y aumentó su precio. El fenómeno de los chalecos amarillos en Francia se dio tras el aumento del combustible y ya todos saben que fue un fenómeno que solo lo detuvo la pandemia, de no haber sido de esa manera tal vez se habría repetido una segunda revolución.

El 28 de abril del 2021 comenzaron en Colombia una serie de manifestaciones sociales tras la presentación de una reforma tributaria ante el congreso de la república que, entre otros, buscaba aumentar el precio de los alimentos al añadirle un impuesto, lo que provoco que muchas personas en su mayoría jóvenes salieran a protestar contra el gobierno que desde su inicio mostró una postura contra los sectores sociales y desprotegidos del país creando leyes y decretos precisamente en favor de los sectores más privilegiados.

Un simple llamado a las calles se convirtió de repente en un estallido social sin precedentes, miles de hombres y mujeres permanecieron de manera constante en las calles, se organizaron en primeras, segundas y terceras líneas, y encontraron el apoyo de la sociedad, quienes se encargaron a través de las ollas comunitarias de alimentar a centenares de personas que se mantenían en las vías públicas. Se crearon puestos de salud improvisados donde personal médico, de manera voluntaria y prácticamente de manera clandestina, apoyaban a los cientos de heridos que dejaba la fuerza publica en su intento por la disolución de las manifestaciones.

Se conformaron las primeras líneas jurídicas, un grupo de juristas reconocidos en el país, donde se encontraban personas como el Doctor Augusto Ocampo, se encargaron de conformar un número muy importante de abogados y abogadas por todo el territorio nacional y que salieron en apoyo jurídico de aquellas personas que eran detenidas por la policía y les asistían hasta lograr su libertad en la mayoría de los casos.

La revistaciendiascinep.com Anota sobre el estallido:

«Acciones que, junto al cambio de las rutas de las marchas, la descentralización de los lugares de manifestación hacia las periferias urbanas y los cruces de vías, las ollas comunitarias y otras expresiones de solidaridad y de cuidado, evidencian las transformaciones de los rituales de la protesta y sus sentidos. A ello se suma el surgimiento de otros liderazgos y espacios de coordinación del paro de carácter nacional, como la Minga Indígena y la Asamblea Nacional Popular, al igual que regionales y locales, como la Unidad de Resistencias de Cali, Bogotá y Medellín, entre otras ciudades».

«En la medida en que se prolongaba la duración del paro, las noches pasaron de la fiesta al terror, y la lucha social fue ganando densidad, gracias a su capacidad de movilizar amplios grupos de población, a la transferencia de aptitudes, esfuerzos y cuidados de unas organizaciones a otras o de unos grupos a otros, a la legitimación social de las reivindicaciones, y a las posibilidades de estructurar efectos a largo plazo, al tipo de desafío público que plantearon los actores sociales y la respuesta que obtuvieron de sus antagonistas, así como a la escala internacional lograda, particularmente por el eco que tuvieron en el exterior las violaciones de derechos humanos en medio de las manifestaciones.»

Y es que el estallido social surgió tras la fatiga del pueblo ante un gobierno de derecha represiva que solo favorece con sus políticas a los más ricos del país. También un factor importante fue el asesinato de líderes sociales e indígenas, y de firmantes del acuerdo de paz, sin olvidar que las masacres tal y cuál eran en los años ochenta y noventa comenzaban de nuevo a repetirse por gran parte del territorio nacional y, si bien la reforma tributaria fue la gota que derramó el vaso, también es sabido de los pocos esfuerzos de los últimos gobiernos por disminuir las cifras de la pobreza y a miseria lo que ha llevado a Colombia a ser uno de los países más desiguales del mundo.

La tierra en Colombia está en manos de unos pocos y además en esta de improductividad, la banca no está descentralizada, el acceso a la vivienda es para unos pocos, y la educación y la salud se han convertido en un verdadero negocio donde sus propietarios se enriquecen con la muerte de los pacientes.

El estallido social no fue otra cosa que el inicio del fin de una era de exterminio y genocidio, de desigualdad e inestabilidad, fueron muchos y muchas los que lograron despertar y ver las cosas con otros ojos después del 28 de abril del 2021. Se conformó las madres de primera línea, un grupo de mujeres que al ver a sus hijos e hijas muriendo en las calles a manos de la fuerza pública decidieron salir a apoyar a sus hijos y pelear junto a ellos. Son innumerables las imágenes de madres peleando junto a sus hijos, llevándoles alimentos o una cobija para protegeros.

Después del estallido social un nuevo momento a nivel político ha comenzado, hoy el país se enfrenta a un cambio de liderazgos, se vislumbra en el horizonte una luz que genera esperanza a la sociedad pese a los muertos que entregaron todo, incluyendo su vida para que un espacio de cambio comenzara a tener cabida, la amenaza de no permitir que el pueblo llegue al poder es aún latente, pero la sociedad se mantiene firme en querer derrotar a la corrupción y a las mafias que no solo se han robado el dinero del pueblo, sino que han asesinado a todo aquel que eleva su voz al cielo, a ese cielo donde hoy se encuentra Lucas Villa, asesinado en Pereira junto a uno de sus compañeros mientras danzando y cantando pedía a gritos un cambio a través de la palabra y no de las armas.

Un Periodico Una

«El estallido social en Colombia ha puesto en evidencia una serie de situaciones que aunque son realidades notorias se mantenían ocultas o maquilladas tras estadísticas y tendencias. Para mencionar algunas problemáticas es más que llamativo que el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) reporte que el 42,5 % de la población colombiana esté en un nivel de pobreza que escasamente les permite sobrevivir, y ni hablar de acceder siquiera a una respetable calidad de vida; la entidad reporta además que de este porcentaje –que representa más de 21 millones de personas– el 46,7 % corresponde a mujeres».

«Aunque este argumento y sus consecuencias serían suficientes para explicar el estallido social, se suman una violencia generalizada en contra de firmantes de la paz (265 asesinatos, según cifras de Indepaz), personas que encabezan procesos sociales, ambientalistas y opositores políticos del actual Gobierno (más de 900 asesinatos, según investigación de la Deutsche Welle), y por supuesto las promesas incumplidas acerca de proyectos de bienestar y desarrollo económico y social».

Entre el 28 de abril y el 31 de julio de este año recibió denuncias de 63 personas muertas durante las movilizaciones de protesta que comenzaron a finales de abril con el Paro Nacional. El 76% de las muertes se debieron a heridas de bala.

A las muertes documentadas se suman reportes de 60 casos de violencia sexual presuntamente a manos de la policía. Hasta el momento, la ONU ha verificado 16.

 

Gener Usuga
Activista político y líder social

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