La alarmante violencia contra el movimiento social en Colombia, ratifica esa política de exterminio y exclusión generada desde el estado, para controlar en el país de manera absoluta la vida de todos y todas quienes nacimos en estos territorios.
¿La violencia en Colombia ha estado diagnosticada, yo diría que ha estado sobre diagnosticada pero poco confrontada, yo pregunto, es que una sociedad entera está condenada a ser martirizada indefinidamente? ¿Cómo poder explicar que un genocidio social y político dirigido por un estado que está en manos de grupos delincuenciales no se detenga ante nada ni ante nadie? ¿Por qué el mundo mira con indiferencia el drama de ver asesinar personas que se han dedicado a ayudar a otras, en un país donde los gobiernos sucesivos de las últimas 20 décadas dan la espalda a cerca de 48 millones de seres humanos?
Los delitos atroces, los crímenes contra la humanidad que estremecieron al mundo bajo el falangismo, el nazismo y el fascismo, parecieran que hoy no causan estupor, pero tampoco convocan la denuncia y el repudio de las llamadas democracias modernas. Los grandes medios de comunicación del mundo mostraron el horror del llamado «estado Islámico», pero voltean su rostro ante peores vejámenes cometidos por el paramilitarismo en Colombia, no sobra decir que estos grupos armados que tienen una ideología de extrema derecha, fueron creados desde la perspectiva de sometimiento y control de una clase gobernante sobre el conjunto de la población en Colombia.
La clase gobernante tiene un absoluto desespero, saquea y asesina sin pausa hoy más que antes, pues le llena de pánico el observar el descontento popular y la toma de consciencia de las mayorías siempre sometidas. Colombia vive condiciones similares a ese otro 9 de abril en 1948, fecha que marca un ícono de ruptura entre las mayorías populares y las élites arrogantes; ese día se desenmascara ante el país entero el carácter brutal y criminal de quienes gobiernan en contra del país entero. Hoy 73 años después del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, todos los medios para mantenerse con el poder parecen permitidos, todos los peores crímenes contra la humanidad son cometidos para mantenerse gobernando; la amenaza, el asesinato, la desaparición forzada, la tortura, la criminalización del movimiento social, la corrupción sin limite ni medida, la mentira, la manipulación de la información, la unión sagrada con el narcotráfico, la entrega de los recursos naturales. Sin embargo, hoy es evidente que la Colombia que sufre, la Colombia decente, la Colombia Popular, Negra, Campesina, Indígena, Feminista, Juvenil y Obrera no va a permitir más esta ignominia. Somos observadores de excepción a este torrente social que desea construir un país en democracia, esa palabra que ha sido negada durante décadas y que solo ha servido de decoración a los discursos vacíos para pedir votos y justificar el mal gobierno.
Hoy se siente hablar con fuerza de un Pacto Histórico, que tiene muchas interpretaciones según la orilla política que lo analice, pero que, si será histórico y que, si dará un vuelco definitivo a este sufrido país, ese pacto es para muchas y para muchos el llamado a todas y todos, es el llamado a esas personas que respetan la vida, a esas personas que defienden el medio ambiente, a quienes saben que si es posible vivir con justicia social. Este llamado es a quienes creen en valores universales compartidos, como los proclamados en la carta de las Naciones Unidas después de derrotado el fascismo y que conocemos como la declaración Universal de los Derechos humanos, el pacto histórico es el llamado a las y los demócratas, a las y los artistas, a todo ser nacido en ese territorio y que sienta que lo humano debe primar, ante todo. Ese llamado Pacto Histórico es también para los pragmáticos y las pragmáticas, para quienes el derecho al acceso a la salud no es un negocio, para quienes la educación debe ser pública, gratuita y de calidad, para quienes el acceso a la vivienda no debe ser un privilegio, sino un derecho de vida digna.
Este llamado y esa propuesta de nuevo país no es absurda ni escandalosa, es simple y llanamente la ejecución de modelos de sociedades ya existentes en otras latitudes, donde se ha privilegiado la justicia social sin coartar la iniciativa individual; el ejemplo son los países de la Europa azotada por las últimas más grandes y crueles guerras, sus pueblos tomaron aprendida la lección y gobiernan con quienes ponen énfasis en la solución de las necesidades básicas de cada sociedad.
Estamos cerca del cambio en Colombia, sabemos que corruptos gobernando son un peligro, entendemos que harán más brutalidades y cometerán más fechorías para tratar de evitar el cambio, ese cambio que a pasos agigantados avisa su llegada; estamos alertas, rodearemos ese Pacto Histórico de solidaridad con nuestra gente, seremos observadores y garantes para que estén siempre en el primer lugar las lideresas y los líderes sociales. Es en este nada fácil camino que encontramos valientes mujeres y hombres dispuestos a llenar de contenido y de propuestas altruistas las candidaturas populares, esas que son la verdadera posibilidad de cambio. Desde estas líneas saludos y respetos a todas las expresiones de rebeldía organizada para ir por ese cambio, veo con enorme alborozo como desde múltiples rincones de la Colombia profunda, la de los barrios y veredas, se alzan las alternativas llenas de determinación y optimismo. Este hermoso pueblo de Colombia triunfará, no solo llenará esas urnas de votos, sino que se movilizará al lado de candidatas y candidatos nacidos de sus luchas sociales; rodeará los puestos de votación para que no haya nunca más un fraude que nos arrebate la victoria, estará también ese pueblo en cada registraduría para que no nos roben ni un solo voto
Este es el camino de un país que por fin será el verdadero paraíso, con un estado gobernado por gente decente, para que tengamos un gobierno garante, protector y defensor de los derechos de cada ser humano y de cada expresión de vida que habite bajo cielo colombiano.
Gustavo Rojas
Profesor y facilitador de procesos sociales.