La unidad popular, opción de cambio y de vida frente al fascismo.
La sociedad colombiana vive estremecida desde hace muchas décadas por un remolino de dolor y violencia que marca la vida de millones de seres humanos con esta cruel realidad.
La democracia restringida que vive el país, se materializa en un gobierno que concentra cada vez más los poderes públicos, esos poderes que occidente reconoce como bases de una república. La vida democrática queda entonces reducida al ejercicio electoral, que en su práctica evidencia fraudes, amenazas y tráfico de votos y votantes.
El país tiene gobiernos que solo responden a los intereses económicos de los más ricos, así hayan acumulado sus riquezas de manera ilegal; existe un parlamento mayoritariamente al servicio presidencial, una justicia inaccesible para las mayorías, los organismos de control son usados como aparatos que alimentan la burocracia para reafirmar el poder central, el ejercito y la policía están condenados por múltiples violaciones a los derechos humanos.
Y, por último, lo que se consideraría en democracias formales, como contra poderes de la sociedad, no los son, caso escueto la prensa y los medios de comunicación de consumo masivo que están en propiedad de los grupos económicos; sin olvidar los peligros para el periodismo que investiga y denuncia.
Queda el otro poder, el poder popular; ese poder de la gente para tomar en sus propias manos su destino y no depender del poder de unas élites profundamente corruptas, ese poder que ha venido resistiendo a toda esta antidemocracia y el que paga con su libertad, con su integridad y con su vida el derecho a reclamar justicia social.
Cada momento de nuestra historia nos pone de cara a la necesidad de poder transformar una sociedad que garantice el goce de la vida para todos y todas en igualdad de condiciones, este hecho resurge como posibilidad en periodos de elecciones; en días pasados fuimos testigos de una nueva iniciativa de organización progresista para ir por un cambio profundo en el congreso y la presidencia; lo nombran con un dicho popular «Quién dijo Yo». Se llama entonces a la unidad y se convoca al país para proponer un nuevo modelo.
En este punto considero que lo importante es la participación y la organización de la gente y poder así construir ese contra poder basado en un programa de país con aspiraciones y derechos siempre negados. Nuestros pueblos tienen grandiosas experiencias, muchas de ellas acalladas por la violencia estatal, deseo recordar algunos de los acumulados que nuestro campo popular tiene y que resiste a ese genocidio de estado. Nuestras organizaciones sociales se han venido organizando desde siempre, pero deseo resaltar esa reciente historia de construcción alternativa desde las comunidades y movimientos sociales. La década de los 80 lo ratifica de manera especial y se constituyen como patrimonio de la clase popular, esa década nos mostró resultados de la democracia popular y hoy los pone al servicio de la transformación de la sociedad, ese es el camino a recorrer para sembrar democracia, hablo de los procesos más importantes construidos por la gente, teniendo como metodología una democracia activa y popular, deseo referirme como ejemplos al primer Congreso de la Coordinadora Nacional de movimientos cívicos en 1983.
En 1987 la realización del Congreso de la ANUC – Unidad y Reconstrucción (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos – UR) aprovecho para recordar la memoria de ese líder histórico, Tulio Olivera, ese congreso se hizo basado en un ejercicio de educación popular conocido como «Campaña de alfabetización Pablo Acuña».
El Congreso de creación de la ONIC (Organización Nacional Indígena de Colombia) en 1982.
La creación de la CUT (Central Unitaria de Trabajadores) en 1986.
El Comité de Unidad Estudiantil salido del «Encuentro Nacional Estudiantil «Chucho Peña» en 1987.
Y deseo referirme de manera muy especial a dos grandes eventos de unidad y democracia popular como fueron el «Encuentro Nacional Obrero y Popular» en 1985 y el «Congreso de Unidad», promovido en particular por los movimientos, «A Luchar» y «Frente Popular» en 1987. Bogotá reúne en cada ocasión esos grandes Congresos ciudadanos, con por lo menos 4 mil delegados de organizaciones de base, de casi todos los rincones del país.
He venido sustentando en algunos espacios la importancia y la necesidad de recoger esas experiencias y darle a este momento de nuestra vida nacional toda la vitalidad al movimiento social colombiano, que le permita recobrar confianza y protagonismo, que cada ciudadano y ciudadana se empodere y sea parte de la construcción de una real alternativa.
En la recuperación democrática para la gente juegan preponderante papel todos los hombres y mujeres quienes cuentan con puestos de elección popular desde los movimientos alternativos comprometidos con el cambio hacia la democracia, a participar, a apoyar, a acompañar de todas las maneras posibles, todas y cada una de las expresiones de organización popular. Sería este un ejercicio de construcción de democracia, esa misma que ha sido negada. Entonces los necesitamos no solo en sus curules, sino en las asambleas de barrio, en las ollas populares, en la manifestación de protesta, en las veredas y todo lugar donde la gente los solicite.
Al lado de esto hago mi llamado a todas y todos los demócratas a movilizarnos en el acompañamiento al movimiento social colombiano hacer todo lo necesario para exigir que pare el genocidio, ese sacrificio de vidas, ese horror que no podemos aceptar como humanidad. Tenemos un reto de vida y de esperanza a cumplir por nosotros, por nuestras víctimas, por la juventud y por el planeta, comencemos ya la tarea de organizar la participación popular para el triunfo y la transformación de la sociedad en un país con democracia y justicia social, esta será la definitiva derrota del fascismo.
Gustavo Rojas
Profesor y facilitador de procesos sociales.