Carbón de sangre, la exportación que masacra una región.

El pasado 6 de abril de 2022, el Presidente Iván Duque sostuvo una conversación telefónica con el Canciller de Alemania, Olaf Scholz, entre dichas conversaciones hablaron sobre los supuestos avances en materia de Transición Enérgica e hidrógeno verde, así como la política de Paz Con Legalidad y la respuesta global frente a la crisis en Ucrania, que hace evidenciar la situación que están enfrentando los países europeos en materia de energía, por las medidas de Rusia sobre el suministro en toda la eurozona.

Pero, el tema central por parte de estas conversaciones, estuvo entorno al carbón, el mandatario señaló «de una posibilidad de que, en estos momentos, donde países como Alemania necesitan fortalecer su seguridad energética, que podamos aumentar las exportaciones de carbón colombiano hacia allá, de tal manera que puedan protegerse en este momento frente a estas inseguridades energéticas” 

Mientras tanto, la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, anunció el miércoles que estaba «eliminando por completo» las importaciones de energía rusa: «Reduciremos el petróleo a la mitad para el verano y para fin de año dejaremos el carbón»

Las importaciones desde Colombia ascendieron a 1,3 millones de toneladas en marzo de 2022, un aumento del 47,3 por ciento en comparación con el año anterior. Rusia, Estados Unidos, Australia, Sudáfrica y Colombia son los países que más carbón exportan hacia Alemania. Datos de la Obra Episcopal de la Iglesia Católica Alemana para la Cooperación y Desarrollo (Misereor) destacan que el país latinoamericano le suministra aproximadamente 10.760 millones de toneladas de carbón mayoritariamente de los departamentos de Cesar y La Guajira.

La compañía minera Cerrejón informó que alcanzó en 2021 una producción que ascendió a 23,4 millones de toneladas de carbón en las minas del país. El resultado de su operación en el departamento de La Guajira equivale a un aumento de 89% frente a 2020.

El carbón colombiano para exportación se extrae principalmente en la mina El Cerrejón de los grupos mineros Anglo American, BHP Billiton y Glencore. Es una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes del mundo y ha sido objeto de críticas durante años debido a la contaminación ambiental masiva y las violaciones de los derechos humanos. La mina está ubicada en el territorio de los indígenas Wayuu en La Guajira, cuyos medios de vida están siendo destruidos cada vez más por la minería del carbón y que se ven obligados a trasladarse. En septiembre de 2020, varios expertos en derechos humanos de las Naciones Unidas hicieron un llamado para que las operaciones de la mina se suspendieran después de una solicitud de las comunidades Wayuu para que intervinieran.

“Cuando ya teníamos nuestra tranquilidad llegó la tormenta, que fue la empresa. La multinacional tenía vigilantes, policía y ejército que hacían detenciones arbitrarias, retenes ilegales y nos prohibieron cazar y pescar. La contaminación comenzó afectar nuestros cultivos y se secaron por el polvillo del carbón” – dijo Aura Robles, indígena Wayuú para la ong Open Democracy.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -OCDE- enfoca en cómo la gigantesca mina El Cerrejón, es responsable del desplazamiento forzado de comunidades indígenas y afrodescendientes y es también responsable de contaminar el aire de forma consistente en el territorio de la Guajira, donde opera. Asimismo, se subraya cómo la explotación minera ha contaminado las fuentes de agua y que la Corte Constitucional de Colombia encontró altas concentraciones de metales pesados en la sangre de las personas que viven cerca a la mina, contaminantes que pueden generar enfermedades graves como cáncer.

Al respecto, consultamos al Ingeniero Geominero, MSc, Consultor, Especialista en Geomorfología, Suelos y Estabilidad de Terrenos, Víctor Hugo Marenco Boekhoudt, quién expresó, el carbón térmico colombiano extraído a cielo abierto, que se destina principalmente a la exportación a los países europeos, genera innumerables problemáticas ambientales, las cuales hasta el momento, no conocemos cómo habrán de resolverse en el mediano y largo plazo. Es claro, que las pingues regalías que dejan las empresas transnacionales en Colombia (las cuales en promedio son de 4,3 dólares por tonelada exportada), no serán suficientes para acomenter la resolución del terrible impacto al medio ambiente. Una mina a cielo abierto es un debalance hídrico, terrígeno y de aguas subterráneas de proporciones tremendas, en relación a la extensión del espacio que ocupa. Lo que para Europa podrá ser la solución transicional de una problemática energética, para nuestro país se traduce en quedarnos sin agua, cambiar los regímenes de lluvias, la ampliación de la incidencia de los desiertos en la periferia de los centros poblados, la aniquilación de áreas de pan coger y de cultivos. Es decir, fuera del desplazamiento causado a las poblaciones aborígenes y autóctonas, ellos se verán abocados a pasar insuficiencia de aguas, alimentos, pérdidas de hábitad y migraciones forzadas a áreas extrañas. Ninguna regalía podrá pagar ese costo socioeconómico, el cual hasta el momento, no se encuentra bien determinado.

Si en algún momento se hace un balance real de lo que significa la operación minera, en la extracción del carbón a cielo abierto del carbón de exportación, con lo que es en realidad la remediación ambiental, nos percataremos que se necesitaría cuatro veces el importe actual de las regalías, para poder paliar la problemática; es decir, para poder mitigarlo en sus etapas iniciales. ¿Qué significa eso?: En primera instancia repoblar vegetalmente las escombreras o botaderos, normalizar los cursos de las corrientes y arroyos, quitarle la acidez a las aguas dejadas en las áreas de minería, rebalancear las aguas subterráneas y volver cultivables, muchas porciones de tierra que fueron esterilizadas por las labores mineras. Ese es el costo oculto de la minería del que nadie quiere hablar. Nadie quiere asumirlo no tanto por la responsabilidad que implica, sino por el costo político que causará ese compromiso. Por tanto, una adquisición en Europa de una tonelada del llamado carbón de «sangre» en Colombia, significará sin lugar a dudas, innumerables penurias para la población, pesares para los vulnerables (ancianos y niños raizales), desplazamientos de centros poblados, violación de derechos humanos y el incremento de todas las formas de violencia que impactan a la población campesina desprotegida en nuestro país, añadió el Ingeniero Marenco.

Los más recientes reportes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) han sido claros al corroborar que los desafíos actuales del
desarrollo que causan una alta vulnerabilidad están influenciados por patrones históricos y persistentes de inequidad, especialmente para muchos pueblos indígenas, afrodescendientes y comunidades locales. Estos últimos informes reconocen el valor de diversas formas de conocimiento, como el científico, así como el conocimiento indígena y el conocimiento local para comprender y evaluar los procesos y acciones de adaptación al clima para reducir los riesgos del cambio climático inducido por la sociedad humana.

Es entonces así, que el Presidente Iván Duque y el Gobierno Aleman, con estas negociaciones respaldarían la continuidad del daño ambiental y del tejido social en las regiones impactadas por la minería de carbón. También, se convierte en un doble discurso desde la Unión Europea, al sancionar economica y comercialmente a Rusia por la supuesta violación de derechos humanos en Ucrania, mientras busca importar carbón colombiano explotado bajo unas políticas comprobadas de vulneración de derechos políticos y sociales a la comunidad.