Las relaciones internacionales son cambiantes, la política tampoco está exenta a esa naturaleza y los sabios oportunistas no menos… Henry Kissinger ya casi centenario, no se descarta como aportante válido de todo lo anterior. Probablemente lo definen como uno de esos pocos «super think tank» que rondan y enfatizan sobre las vicisitudes del relacionamiento entre las naciones. Sin rodeos, en una entrevista al Wall Street Journal declaró que estamos cerca de una guerra nuclear entre los EEUU, Rusia y China. Culpa de la ambientación de la misma, a los trazamientos políticos de Biden, sin tener idea de sus consecuencias. Antes se había quejado de la poca preparación de los líderes de occidente, pero ahora se remite a los hechos. Su experiencia no pasa de agache y sus críticas afinan mesura y practicidad. De alguna manera sirven de parangón, ya que errores como los de Pelosi, pueden causar conflictos impredecibles.
Kissinger fungió como secretario de estado de dos presidencias (Nixon y Ford) desde 1973 a 1977, siendo al tiempo consejero de seguridad nacional (algo que nunca más se ha vuelto a repetir). Fue el mayor representante de la distensión y del desarme como conciliación de potencias, dentro de lo que sería el «Detente» en la práctica diplomática. Su marcaje dejó huella en los derroteros posteriores en la trama occidental cuando la Unión Soviética se desintegró. Sabemos que los va y vienes en esas realidades son más que cambiantes; es decir, son ajustables y Kissinger mostró su esencia al pasar de un bando a otro. Tal vez ese principio diplomático de que la guerra nuclear sería la última que la humanidad pelearía, nos pone a cavilar y a sopesar las consecuencias. Si desde tiempos soviéticos Rusia define el uso de esas terroríficas armas como último recurso, los EEUU tampoco se atreven a emplearlas como activo táctico.
¿Qué propone Kissinger como el flamante apóstata de la diplomacia? No olvidemos su papel en la gestación de los golpes de estado en Latinoamérica en los setenta, siendo el de Chile su culmen. Pues ahora llama a la distensión afirmando que parte de esta crisis, reside en la pésima gestión política de su país. Aboga por no crear tensiones innecesarias y opta por la búsqueda de variantes para la relajación situacional. Esboza otra de sus reglas de oro: no se puede crear una crisis sin saber qué clase de resultados pueda generar. Ha afirmado que lo de Ucrania es inviable por sus nexos histórico-culturales con Rusia. Insiste que la desaceleración económica derivada de los conflictos regionales, muestra la franca imprevisibilidad por tomas de decisiones erradas.
Kissinger, como gran camaleón de la excelsa diplomacia abundan en mucho pragmatismo, lo que no es lo mismo a lo superfluo de las declaraciones de los bandos. Habrá que identificar si estas realidades que propone obedecen a nuestros tiempos, pero lo cierto es que sus preceptos del acuerdo y descarte de la confrontación, dan más respiro para la búsqueda de soluciones. Traten de leer sus declaraciones a pesar de estar en la versión paga del diario. En verdad es vital consultar al único oráculo diplomático viviente. El propagandismo de toda la prensa occidental no gana guerras, como tampoco la generación de escenarios de conflictos que en nada ayudarán a la verdadera paz mundial. Solamente por convicciones, por experiencia y por lo sabido, una persona decide abandonar aquellos preceptos que pueden poner en riesgo la existencia de nuestro planeta. Eso no es malo; lo pésimo es la provocación y la imposición de condiciones a otras potencias, repletas de armas nucleares.
Foto: Henry Kissinger en La Regle de Jeu
Por Víctor Hugo Marenco Boekhoudt
Ingeniero Geominero, MSc, Consultor, Especialista en Geomorfología, Suelos y Estabilidad de Terrenos, Opinador y Columnista