Tratando de dar contexto a nuestros lectores, la guerra y la paz, han sido los temas electorales por excelencia, unos para justificarla, hablando abiertamente de «plomo es lo que hay, plomo es lo que viene, no va a haber impunidad» y otros para buscar terminar el conflicto interno que por décadas ha azotado a Colombia, hablando de la «PAZ TOTAL», de reconciliación, de verdad, justicia y reparación.
Es así que amparados bajo los brazos del poder, altos mandos militares, políticos y funcionarios activos en el Gobierno han validado con sus palabras, el accionar bélico contra la población civil inocente y vulnerada. Aquí unos ejemplos:
- «El primer desafío del Centro Democrático será el de volver trizas ese maldito papel que llaman acuerdo final con las FARC que es una claudicación y que no puede subsistir» Fernando Londoño, ex Ministro durante la Convención Nacional del Centro Democrático
- «No es la primera operación donde caen mujeres embarazadas y menores de edad combatientes» General Eduardo Zapateiro sobre el operativo que terminó en masacre en Putumayo
- «No estarían recogiendo café» Alvaro Uribe, ex Presidente de la República refiriendose a los más de 6402 falsos positivos
- «Son maquinas de guerra» Diego Molano, Ministro de Defensa justificando el bombardeo a adolescentes en el operativo militar en el Guavire
- «Violación a niña embera podía ser falso positivo contra el ejercito» María Fernanda Cabal, refiriendose al caso de la niña embera violada por siete soldados.
- “El estallido social fue una toma guerrillera” Juanita Cataño, candidata al Congreso de la República
- «Grupo terrorista ELN en Jamundí, Valle» Alvaro Uribe, ex Presidente de la República señalando banderas de la minga indígena
La guerra en Colombia, que al 2021, significa tener 6 conflictos armados internos, dejar más de 357.108 hechos violentos, con un saldo de 265.505 víctimas fatales entre 1958 y 2020 y 4.513 víctimas fatales desde la firma del Acuerdo de Paz con las FARC en 2016 según el Centro Nacional de Memoria Histórica, de dejar millones de desplazados internos y exiliados; esa guerra es la que ha definido las últimas elecciones.
Se nos convirtió en costumbre escuchar frases que justifican la violencia y la discriminación; tanto así, que es ese discurso, el discurso de guerra, el que se ha implantado en el celebro de los colombianos, con la misión de impedir el avance y de generar miedo; se ha impuesto para justificar las masacres, se ha impuesto para justificar el asesinato de quien piensa diferente o del que valientemente protege el ambiente, los derechos humanos o defiende al trabajador, al campesinado, al estudiante, al afro o a las minorías. Así es como lo han hecho, personajes tan perversos pero tan poderosos, auspiciados por sus socios, los medios tradicionales de comunicación.
No han valido las marchas, ni los plantones, ni las denuncias internacionales, ni que organismos como Human Rights Watch, ni la Misión de Observación de la ONU en Colombia se pronunciaran exigiendo el cumplimiento de los Acuerdos de Paz y de brindar garantías a los firmantes; es por eso, que hoy los colombianos, las bases populares, nos sumamos en esfuerzos para cambiar décadas de sangre y dolor.
Traigo a colación el comentario de una amiga, Liliana Perdomo, científica que dice «cambiar los procesos culturales de violencia, significa cambiar nuestro ADN«, reestructurar como vemos al ser humano, como incorporamos una política que defienda la vida y anteponga sobre todos los pretextos los diálogos y la paz, convertir a Colombia en una POTENCIA MUNDIAL DE LA VIDA, propuesta que no está tan lejos de ser alcanzada, o por lo menos de tener la posibilidad de empezar un proceso transformador que incluya a todas las diversidades.
Por Johanna Ospina