Mucho debate ha suscitado la decisión del Pacto Histórico de enfrentar las elecciones para Senado de la República con una lista cerrada. Hubiera sido igual si la decisión hubiese sido optar por una lista preferente o abierta porque jamás la gente estará cien por ciento contenta. Sin embargo, con todos los reparos que una y otra modalidad tenían, pienso que se tomó la decisión menos dañina. No ahondaré en los pro y los contra de cada una de las porque ese ejercicio ya se hizo y porque a estas alturas ya no aporta a la discusión.
En lo que me voy a detener hoy es en la composición de esta lista cerrada. Tiene el Colegio Electoral del Pacto Histórico, que se encargará de ordenar la lista, un reto gigante, cual es el de dejar contentos a todos los partidos, a todos las organizaciones sociales, a todos los movimientos significativos de ciudadanos y a todos los grupos afros, indígenas y de jóvenes que aspiran a ganar una curul para sumarse a la lucha titánica que hoy libramos un puñado de congresistas de la oposición casi desde la utopía, por la condición de minoría en que nos encontramos. (Hoy somos el 20% del Senado).
Para que no hubiera dudas sobre el renglón que cada uno de los aspirantes debería ocupar, hubiera sido ideal un ejercicio de democracia interna, unas elecciones primarias o una encuesta, pero me acordé que es justamente esto lo que le criticamos al neoliberalismo: Poner a competir en desigualdad de condiciones a los sectores más débiles económicamente con los más poderosos, ya sea económicamente o de posicionamiento de imagen o las dos cosas. Esos sectores a los que me referiré aquí, son precisamente, la esencia del Pacto Histórico: Lideresas y líderes sociales y ambientales, defensoras y defensores de Derechos Humanos, Campesinas y campesinos, obreros y sindicalistas, jóvenes, indígenas y afros.
Fue la necesidad de darles voz y voto a todos estos sectores usados por la política pero excluidos de la misma, en lo que pensó Gustavo Petro una noche antes del 17 de junio de 2020 cuando escribió la Columna “EL Pacto Histórico”, aquí, precisamente en este espacio de “Los Gustavos”, hace casi 14 meses. Desde entonces ha corrido mucha agua debajo del puente. Un país entusiasmado con la idea aglutinar todas las fuerzas progresistas y decentes en un mismo proyecto político; decenas de reuniones, decenas de debates sobre el carácter de la lista, cientos de miles de comentarios en las redes sociales, reflejo de una necesidad por décadas aplazadas: La necesidad de cambiar la política, la necesidad de arrebatarles a los corruptos lo poco que queda de democracia, la necesidad de renovar el congreso corrupto que hoy legisla para intereses particulares.
Luego vino la convocatoria del 55/86 que hicimos desde este mismo espacio también. La necesidad casi vital de ganar las mayorías del Congreso so pena de convertir al próximo gobierno, muy posiblemente progresista, en un gobierno sin gobernabilidad, sin la posibilidad de hacer las reformas económicas, ambientales, sociales, de justicia, educativas y de salud que necesita Colombia. Necesitamos elegir a la mitad más uno de senadores y la mitad más uno de Representantes a la Cámara. Esta campaña ha tenido tanto éxito que casi todos los progresistas ya tienen insertado este número en sus mentes. Si todo marcha bien y el 13 de marzo obtenemos más de 5 millones de votos, esta cifra se hará realidad y no tendríamos problema alguno en cumplir la promesa del pacto histórico, cual es la de facilitar la llegada al Congreso de un grupo de hombres y mujeres valiosísimos para la democracia que no de otra manera, por carecer de imagen nacional y de una buena suma de dinero para hacer campañas, podrían llegar.
Los problemas comienzan cuando se aborda el pronóstico desde la perspectiva pesimista: ¿Qué pasaría si solo obtuviéramos 2.5 millones de votos, lo que significaría obtener solo 20 curules?
Por eso el debate de cómo ordenar la lista no es menor. Partamos de la base de que en el Pacto Histórico ya hay 14 credenciales de Congresistas que en teoría ya deberíamos tener un cupo asegurado entre esos veinte renglones: 4 senadores del Polo (Cepeda, López, Castilla y Arias), Una de la UP (Aida Avella), Dos de MAIS (Feliciano y Bolívar); tres Representantes a la Cámara, también del partido MAIS que desean subir al Senado: (Pizarro, Racero y Pachón). A estos diez hay que sumar tres cupos más a los que tendrían derecho los ex integrantes del Partido de la U, Armando Benedetti y Roy Barreras. Si obtenemos el 55/86, que es a lo que hay que apuntarle, quedarían curules suficientes para llevar al congreso a todos los sectores étnicos, sociales, intelectuales y políticos que conforman el Pacto Histórico. Pero si fueran ciertos los datos más pesimistas según los cuales obtendríamos alrededor de 20 curules, para el resto de movimientos del Pacto Histórico que son cerca de 23, quedarían los restantes siete cupos. ¿Y los líderes sociales que exponen sus vidas en los territorios? ¿Y los líderes sindicales? ¿Y los líderes ambientales? ¿Y los defensores de derechos Humanos? ¿Y las negritudes? ¿Y los indígenas? ¿Y los sectores intelectuales? ¿Y los jóvenes? ¿Y las madres de Soacha? ¿Y los nuevos liderazgos como los nacidos del periodismo alternativo de denuncia? ¿Y los exmilitares que quieren el cambio? ¿Y los sacerdotes progresistas de la primera línea ecuménica? ¿Y los académicos y científicos? ¿Y los influencers que día a día impulsan nuestras ideas a través de las redes sociales?
¿Para ellos nada?
Como dice el Gran Combo, “no hay cama pa´tanta gente”, porque el pacto histórico está compuesto, afortunadamente, por un verdadero gran combo.
Lo ideal sería convencer a Colombia de votar masivamente por el logotipo del Pacto Histórico a cambio de un programa social y ambiental atractivo y necesario, una propuesta legislativa moderna, una reforma tributaria estructural y progresiva y otros ingredientes al que podemos sumar el principal: El hecho de que la mitad de las elegidas serán mujeres. Si logramos motivar lo suficiente a nuestros compatriotas de la necesidad de llegar con este “gran combo” a hacer el cambio, obtendremos el 55/86, sin problemas. Pero si logramos apenas la tercera parte de la meta, obtendremos 35 curules, y si obtenemos solo la mitad, lograremos únicamente 20 curules.
Debemos tener un plan de contingencia para esta posibilidad. Esto es, asegurarnos de que incluso en el peor de los escenarios, los excluidos y abusados y usados de siempre, alcancen una curul. Y la única forma de hacerlo es ubicándolos en los primeros renglones de la lista. Colombia verá con muy buenos ojos este gesto de renovación y justicia. No dudo que el país se volcará a apoyar a esas personas que han sufrido la violencia en los territorios, a esos defensores de DDHH que han entregado su vida para defender la de los demás, a esos afros e indígenas, a esos campesinos y campesinas, a esos jóvenes que se jugaron la vida en las calles y a esos líderes sociales que han puesto la mayor cuota de sangre en esta nueva etapa de violencia que vive Colombia desde el regreso del uribismo al poder.
Como lo dije ayer en tuit, para dar ejemplo y para ser coherente con esta propuesta, he decidido, si me presento a una nueva campaña, ocupar la casilla 20 de la lista. El llamado a mis compañeros de bancada en el Congreso es a que ocupemos del puesto 10 al 20 para que los primeros renglones sean ocupados por esas personas que jamás llegarían al congreso en una lista abierta. Ese debe ser el sentido de la lista cerrada. Por eso apostamos a la lista cerrada. Tengan la seguridad de que todos saldremos elegidos y de paso, habremos entregado al país una nueva forma de hacer política. La política solidaria, la política de la justicia.
No sé si esta idea cuaje entre mis compañeros y mis compañeras pero saco con exponerla porque si no llevamos estos sectores al Congreso, creo que esa Colombia que está expectante sufrirá una gran desilusión y de paso, el Pacto Histórico habrá incumplido su promesa esencial.
Si me toca me corro al puesto 25 o al 30 para que quepamos todos. Como dijo una tuitera, si el país quiere de nuevo a Gustavo Bolívar en el Congreso tendrán que votar masivamente para meterme. Si nos quemamos en esta posición, es porque el país aún no está preparado para el cambio y quiere seguir sumido en la violencia y la corrupción. En ese caso regreso a mi vida anterior, con la cabeza en alto, satisfecho por el intento cumplido.
Atrévanse compañeros y compañeras del Congreso. Si amamos a las víctimas y trabajamos por ellas, dejemos que vayan adelante; si amamos a los campesinos y trabajamos por ellos, dejemos que vayan adelante, si amamos a los jóvenes y trabajamos por ellos, dejemos que vayan adelante. Démosle también una oportunidad a los nuevos liderazgos, hagamos el recambio en marcha, seamos coherentes con la promesa de inclusión.
En una lista abierta no tenían oportunidad porque se iban a imponer los grandes nombres y los grandes capitales. ¿Entonces de qué vale la lista cerrada si tampoco van a tener la oportunidad de llegar?
Colombia espera un gesto de grandeza de todos nosotros. Estemos a la altura del momento histórico. Sintámonos orgullosos de ver en esas curules a quienes antes solo veíamos desplazados, escondidos, huyendo del sicario, enfrentando en las calles al gobierno autoritario, aguantando los gases y los abusos del ESMAD. Piensen en lo importante que sería invitar al baile a los que sobran, piensen en el inmenso respeto que ganarían ellos y ellas y también en la seguridad que alcanzarían.
Tengan la seguridad que los ponemos a protagonizar la lista y obtendremos más votos que si cualquiera de nosotros la encabeza. Ellos y ellas podrían producir el milagro del 55/86.
LA PRÓXIMA SEMANA LES TRAIGO EL BALANCE DE ESTOS TRES AÑOS DE NEOURIBISMO.