En un primer momento deseo saludar y felicitar esta iniciativa, la revista digital Reacción ; nace de personas libres que buscan aportar a la generación de ideas y de propuestas que enriquezcan desde una perspectiva profundamente defensora de la vida; busca entonces aportar desde estas modestas creaciones para construir nuevos proyectos de sociedad que superen el modelo de la devastación de lo vivo.
En este primer artículo deseo aportar algunos elementos sobre Francia, un país que tiene un importante papel en el escenario económico y geopolítico del mundo actual.
En un mundo centrado en el modelo capitalista, con todas sus expresiones de dominación, lo que suceda en las llamadas grandes potencias tiene especial repercusión en el resto del mundo, lo que denominaremos la periferia. Francia hace parte de esos países potencias, su historia marca la humanidad en muchos momentos, como ese del rompimiento con el modelo económico y social existente; hablo de esa irrupción libertaria conocida como la revolución de 1789. Este hecho abre las puertas a un nuevo sistema de relaciones sociales, políticas y económicas, que se plasman especialmente en la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, dando así inicio al nuevo periodo aun hoy vigente.
Queda reconocido el pueblo francés como el país de los derechos humanos, derechos que están íntimamente ligados al desarrollo de las ideas políticas y sociales, del arte y la cultura y de la pugna contra la injusticia; son esos entonces pilares de un modelo más equitativo. Se prosiguen a la revolución francesa, luchas generadas por las contradicciones del modelo, como las insurrecciones de los obreros Canuts, la Comuna de Paris, el Frente Popular, la Resistencia a la ocupación nazi y el gobierno de la segunda post guerra, saltando hasta mayo de 1968 y las huelgas generales como la de 1995.
Se constituye así en Francia una parte del patrimonio de los trabajadores y trabajadoras del mundo, como son las fuertes confederaciones obreras y una gran tradición de movilización y lucha social. Es esta la sola manera como el pueblo francés logra tratar de mantener un nivel de vida decente para sus conciudadanos.
En el actual neoliberalismo, como han llamado a la faceta más voraz y depredadora del capitalismo, recordemos como se experimenta de manera brutal en Chile bajo la dictadura de Pinochet; se convierte en una ofensiva que se ha cernido no solo contra los trabajadores y trabajadoras de los países periféricos, sino también sobre la propia clase popular de los países potencias.
Francia de manera especial, vive un aceleramiento sin precedentes del modelo neoliberal durante el gobierno de Nicolas Sarkozy, quien se posiciona como una figura sin protocolos, ni diplomacia alguna hacia los gobernados y hacia el mundo en general; rompe en sus discursos y en sus actos con lo políticamente correcto, como era una tradición de los gobernantes de la quinta república. La respuesta popular es inmediata y se refleja en las grandes luchas y movilizaciones, logrando que el inconformismo social se canalice en una elección presidencial del candidato del partido socialista francés, François Hollande; pero lo que debió significar un triunfo popular, pasó a ser rápidamente una nueva derrota y un avance neoliberal. Francia vive entonces esa profunda decepción de las expresiones políticas mayoritarias, el abstencionismo y la apatía se generalizan en el pueblo francés y en el mismo seno del gobierno de François Hollande « socialdemócrata » surge la alternativa para mantener el modelo; una figura salida de la banca, sin carisma y creada para venderla en los medios de comunicación, se presenta por encima de los partidos, ni de izquierda ni de derecha, así logra el favor de la mayoría de votantes a la elección presidencial y a la asamblea nacional, máxima expresión de la democracia actual. Ese es el hoy presidente Emmanuel Macron, quien se hace elegir sin programa de gobierno y quien no desperdicia un solo instante para iniciar la andana de contrarreformas privatizadoras, de recorte del estado y de recorte a las conquistas sociales ya bastante golpeadas por los gobiernos de Sarkozy y de Hollande.
Ese profundo malestar social que no es canalizado por las fuerzas políticas de izquierda, ni por las organizaciones sindicales, ejes del movimiento social en Francia, pone a un gobierno ultraliberal frente a un pueblo francés profundamente decepcionado, pero con una gran tradición de lucha y movilización, era muy presumible entonces un estallido social; resultado de la precarización acelerada de enormes capas de la sociedad, las tasas de desempleo en aumento y las reformas reaccionarias del gobierno. Así emerge de nuevo, desde la Francia de abajo, desde el descontento social, desde la injusticia lo que se conoce como los «chalecos amarillos», símbolo del ciudadano sencillo que lleva en su automóvil esa prenda en caso de incidente. Sale la Francia profunda a protestar, sin miramientos y sin pausas, sin organizaciones, ni jefes, ni líderes, ni patrones; se lanza y ocupa desde las rotondas de las carreteras que señalan la entrada y salida de los pueblos y las pequeñas ciudades, hasta la ostentosa plaza de la estrella en el arco del triunfo en Paris, en la majestuosa avenida de los campos Elíseos, idílico cuadro para las grandes marcas y para el lujo de la sociedad del exceso de consumo y de la concentración de riqueza.
Esa Francia despreciada por los poderosos, que, sin grandes ideas, ni grandes ambiciones grita desesperadamente que desea poder comer también durante los días del fin de mes, momento es que llegan los pequeños salarios o el exiguo seguro de desempleo. Así igual y de la misma manera como esos humildes hicieron la revolución en 1789. Pero el poder no está nunca dispuesto a ceder y el costo a pagar por enfrentarlo es muy alto, la represión del gobierno ha sido desenfrenada, ha sacado el gobierno actual todas las armas que le permite utilizar su ley para el control social, cifras no exhaustivas y denunciadas por la Liga de los Derechos Humanos por Amnistía Internacional y por la Organización de las Naciones Unidas, nos hablan de 25 manifestantes hombres y mujeres que han perdido un ojo por disparos con armas de dispersión usadas por la policía, 5 manifestantes han perdido una mano en similares circunstancias, 11 manifestantes muertos en llamados accidentes de la ruta en medio de los bloqueos de vías, alrededor de 5 mil manifestantes heridos, muchos de gravedad y con secuelas de por vida, cerca de 11 mil detenciones y 2 mil condenas a manifestantes, cerca 14 mil disparos de balas de defensa entre marzo y noviembre de 2019, 390 investigaciones internas por violencias policiales. Completando el cuadro del verdadero rostro del actual gobierno, está el proyecto de ley sobre las restricciones a las libertades ciudadanas, siendo el punto más importante para el gobierno, el de prohibir que cualquier persona filme o tome fotos de policías durante sus procedimientos.
Veamos entonces como la violencia es el método privilegiado por quienes desean mantener el modelo económico actual, ese modelo generador de miseria, de exclusión social, de depredación del planeta y el medio ambiente. Hoy Francia pone ante el mundo en tela de juicio su lugar del otrora país garante defensor de los derechos humanos. Ya lo decía otro presidente, el chileno ultra liberal y muy represivo Sebastián Piñera, quien justificó los disparos a la cara de manifestantes por parte de la policía con armas de dispersión, ante las protestas en Chile, como un ejemplo del gobierno de Emmanuel Macron.
Francia a pesar de la represión y la criminalización del movimiento social hará su nuevo aporte a la humanidad, con sus movimientos sociales, sus organizaciones de trabajadoras y trabajadores, su tejido asociativo, su tradición de lucha social y sus chalecos amarillos.
Gustavo Rojas, profesor y facilitador de procesos sociales.