Miles marcharon en París contra el fascismo y la extrema derecha

El fin de semana en París estuvo marcado por una intensa movilización social y política. El sábado 10 de mayo, la capital vivió la indignación provocada por la marcha de un grupo de extrema derecha que, a pesar de los intentos de prohibición, logró marchar por el centro de la ciudad. En respuesta, miles de personas se manifestaron el domingo 11, exigiendo el rechazo al fascismo, el racismo y la islamofobia, y denunciando el retroceso democrático en Francia.

La manifestación del Comité del 9 de mayo, un grupo ultraderechista, fue el desencadenante. Este colectivo conmemoró en el 6º distrito los 30 años de la muerte de Sébastien Deyzieu, militante neofascista. Aunque la prefectura intentó prohibir la marcha, el tribunal administrativo suspendió la orden, permitiendo que más de 600 personas desfilasen portando símbolos fascistas y cánticos nacionalistas. La permisividad de las autoridades ante este desfile desató la condena de asociaciones de derechos humanos, sobrevivientes del Holocausto, colectivos migrantes y partidos de izquierda.

Ese mismo sábado, como respuesta al desfile neonazi, se organizó el Village antifasciste, un espacio de resistencia cultural y política en el que se realizaron actividades, charlas y debates. La convocatoria reunió a jóvenes, organizaciones barriales, sindicatos y militantes históricos de la lucha antirracista. En el evento se recordó que el fascismo no solo es una amenaza del pasado, sino una realidad que resurge con fuerza en la Europa contemporánea.

El domingo 11 de mayo, más de 30.000 personas marcharon por París, convocadas por una coalición de sindicatos, colectivos feministas, estudiantiles, migrantes y organizaciones antirracistas, bajo el lema principal “Stop à l’islamophobie et au racisme”. La manifestación recorrió la ciudad desde la Plaza de la República hasta la Plaza de la Nación, con el objetivo de denunciar la creciente estigmatización y criminalización de las comunidades musulmanas y racializadas en Francia, así como la expansión del fascismo y la extrema derecha. La jornada se convirtió en una clara expresión de unidad frente al odio y en defensa de la justicia social y la democracia.

«Estamos aquí para recordar que el fascismo no es una amenaza del pasado, sino una realidad del presente que se alimenta del racismo, la xenofobia y la desigualdad», declaró un líder del colectivo Young Struggle. «Lo vemos en las agresiones racistas, en la represión a las movilizaciones sociales, en la criminalización de los migrantes y en el discurso deshumanizante que se ha instalado incluso en el centro del espectro político.»

La manifestación también contó con la participación de representantes de colectivos de exiliados latinoamericanos, quienes denunciaron la complicidad de sectores políticos europeos con regímenes autoritarios y el abandono de los derechos humanos en nombre del orden y la seguridad.

«La marcha neonazi del sábado es una ofensa directa a la memoria de las víctimas del fascismo en Europa y del mundo. Permitírsela es como legitimar el odio y el terror de ayer en el presente», señaló Jérome B., participante de la movilización del domingo. Como él, miles marcharon con la convicción de que es necesario defender activamente la memoria, la justicia y los derechos humanos.

Desde La France Insoumise (LFI), el diputado Bastien Lachaud denunció la inacción del gobierno frente a la manifestación ultraderechista. «La república no puede permitir que se desfile en sus calles con símbolos que representan la barbarie y el exterminio», afirmó en la Asamblea Nacional.

Lo ocurrido en París no es un episodio aislado. La marcha neonazi, permitida en pleno centro de París a días de la conmemoración de la victoria contra el nazismo, refleja un grave retroceso en la memoria colectiva y las instituciones democráticas. Este hecho pone de manifiesto la normalización del odio y la desinformación, que alimentan la radicalización de la extrema derecha.

El avance de estos grupos ya no se limita a los márgenes, sino que busca presencia pública y legitimación política. Frente a esta amenaza, las manifestaciones del 10 y 11 de mayo demostraron que la sociedad civil no está dispuesta a rendirse. A menos de un mes de las elecciones europeas, el mensaje es claro: la lucha antifascista, antirracista y por la memoria sigue viva en las calles de París.

Fotografía: La France Insoumise