El pasado 29 de mayo de 2022 se llevaron acabo las elecciones presidenciales, contienda electoral que dejó como resultado que más del 40% de votos fueran para el candidato Gustavo Petro y su fórmula a la vicepresidencia Francia Márquez.
Estas candidaturas lograron ganar en 18 departamentos de Colombia, departamentos que históricamente han sido golpeados por la violencia y el conflicto armado; Amazonas, Atlántico, Bolívar, César, Cauca, Chocó, Córdoba, Guaínia, La Guajira, Magdalena, Nariño, Putumayo, Quindío, Risaralda, San Andrés, Sucre, Valle del Cauca y Vaupés.
Aunque los resultados no llevaron a la presidencia en primera vuelta al candidato progresista, hoy la victoria es popular, la victoria es del pueblo y de sus bases sociales quienes le han apostado al cambio estructural de las políticas públicas, fueron 8’527.768 votos de dignidad. Colombia atraviesa una de las etapas más difíciles: la del auto reconocimiento como seres políticos que toman decisiones sobre sus territorios, sobre su economía y leyes, y sobre todo por quienes nos van a representar y van a representar nuestros intereses.
Hoy, 8.527.768 votos de mujeres, campesinos y campesinas, mestizos y mestizas, trabajadores, estudiantes, indígenas, afros, negros y palenqueros y todas las diversidades de género, empezamos la construcción de un proyecto político, social, democrático y de gobernanza territorial que brinda oportunidades y estructura un nuevo contrato social para el buen vivir y el vivir sabroso.
Y, es que extraer del cerebro los discursos de guerra y de odio no ha sido tarea fácil, en el colombiano y colombiana de a pie, aún hay rastros de las palabras de gobernantes que justifican el asesinato de civiles inocentes, el narcotráfico ha permeado la sociedad y con ello, el clasismo y el arribismo se ha apoderado de una sociedad que cree ganar más de lo que gana y que utiliza los medios de comunicación para disipar noticias falsas.
Pero hoy, continuo refiriéndome a las organizaciones sociales y a la esperanza del trabajador y trabajadora que se levanta en la madrugada a luchar por un futuro, hoy me refiero a la victoria del campesinado, que exige su reconocimiento como sujeto de derechos, celebro el despertar de las generaciones que creen en la educación como herramienta para vencer la desigualdad, creo en la victoria de la economía popular y en la ciudadanía que toma en sus manos el destino hacia la paz total.
El miedo significaría continuar igual, el miedo debería ser, que la voz del pueblo no sea escuchada y que continuemos gobernados por las mismas maquinarias que impiden la transición para ser una POTENCIA DE LA VIDA!. De este lado, tenemos los colores, el arte y el amor que todo lo cura, ese amor restaurador que nos permite elegir soñar con ciudades y campos llenos de diversidad.
Sigamos sumando votos, uniendo nuestras voces y capacidades para poder dignificar esas poblaciones vulneradas e invisibles. Hoy mis letras son por ellos, mi voto es por aquellos que gritaron y su voz fue apagada, mi voto es por aquellos que perdieron sus ojos, mi voto es por la revolución del amor a la tierra y a la vida.
Y como lo mencionó la filósofa Angélica Montes en el libro «Pensar en Marcha«, me siento en la necesidad de «acompañar los nuevos procesos de renovación política que puedan restaurar la dignidad de existir.»
Johanna Ospina
Directora de Reacción Revista Digital